viernes, 30 de diciembre de 2016

EL ORIGEN DE LA MARSELLESA


La Marsellesa

Hace 224 años, el capitán Rouget de I’Isle compuso el

más famoso de los himnos patrióticos y guerreros,

 pero no nació en Marsella, sino en Estrasburgo, como

himno de los ejércitos del Rhin.



Mariano González-Arnao

Revista La aventura de la Historia

Año 4, nº44

Junio de 2002



 El 20 de abril de 1792, la Asamblea Legislativa del “todavía” Reino de Francia, por aclamación, declaró la guerra al rey de Bohemia y de Hungría y, cinco días más tarde, el mariscal Nicolas Luckner, comandante del Ejército del Rihn, recibía en Estrasburgo los despachos ministeriales que el anunciaban ese grave acontecimiento. En seguida, se ordenó enarbolar la bandera sobre la grandiosa catedral de la capital alsaciana y, reunidas en la Plaza de Armas las fuerzas militares, tras el redoblar de tambores y el sonar de los clarines, el alcalde, barón Philip Fréderic Diertrich, leyó en francés la declaración de guerra y el secretario de la alcaldía lo hizo en alemán. Posteriormente, en medio del bullicio popular, los soldados escoltados por la música de las bandas que ininterrumpidamente entonaban el popular Ça ira, desfilaron por las principales calles de la ciudad.



Dicho y hecho

En la tarde de aquel 25 de abril, en recepción celebrada en casa del alcalde, a la que asistieron varios jefes y oficiales del Ejército del Rhin, aquél manifestó su deseo de que se creara un canto o himno nuevo que sustituyera al sempiterno, ligero y excesivamente festivalero Ça ira. Entre los invitados a aquella recepción se hallaba el capitán de ingenieros Claude-Joseph Rouget de L’Isle, conocido por su destacada afición a la música y a la poesía, a quien Dietrich solicitó, vivamente, que hiciera lo posible por componer un himno más acorde con aquellos históricos momentos.

Concluida la recepción, Rouget de L’Isle volvió a su casa y, en la noche del 25 al 26 de abril, acompañándose de su violín, compuso la letra y música del Canto de guerra para el Ejército del Rhin, dedicado a su comandante el mariscal Luckner. Al día siguiente, el alcalde Dietrich, que estaba dotado de una hermosa voz de barítono, lo cantó en su casa a un grupo de amigos y militares –entre ellos, el mencionado Luckner- y por unanimidad fue aceptado como el Canto de guerra del Ejército del Rhin. La señora Ochs, esposa del alcalde, lo adaptó al piano y, juntamente con su autor, Rouget de L’Isle, lo orquestó. Pronto fue impreso y distribuido entre los oficiales y la tropa y, el domingo 29 de abril de 1792, tuvo lugar en la Plaza de Armas, la primera audición pública de Armas, la primera audición pública del Canto de guerra del Ejército del Rhin. Habían bastado cuatro días para crear, estudiar y orquestar el inmortal canto guerrero.

 Dado el éxito alcanzado, el nuevo himno comenzó a difundirse por toda Francia, pero consta el dato de que en la ciudad de Montpellier, con motivo de los funerales celebrados el 17 de junio, en memoria de Monsieur Simoneau, alcalde de Étampes, fallecido en una “revuelta facciosa”, tras los discursos patrióticos, siguió el canto que Rouget de L’Isle había compuesto para el Ejército del Rhin “y que se oía aquí por primera vez”. Uno de los testigos de aquella ceremonia fúnebre fue el estudiante de medicina Étienne-François Mireur, quien el 20 de junio viajó a Marsella para, como voluntario, unirse al batallón marsellés que próximamente partiría hacía París.

El 21 de junio, el joven Mireur fue calurosamente recibido en el seno de la Sociedad Jacobina de Marsella y el día 22, en un gran banquete ofrecido al batallón de voluntarios marselleses, el estudiante de Montpellier, después de las patrióticas arengas, en medio del silencio general, entonó el Canto de guerra del Ejército del Rhin, con “una expresión tan enérgica que todos los asistentes se sintieron electrizados”.

El 23 de junio el Juornal des Departements Meridionaux publicó el texto del Canto de guerra y, antes de partir hacia Paris, a cada uno de los voluntarios se le entregó una copia. Al llegar los voluntarios marselleses a la capital, a mediados de julio –después de una marcha de 27 días –aquel Canto de guerra del Ejército del Rhin que, lógicamente, debiera haberse llamado La Estrasburguesa, fue entusiásticamente acogido por el pueblo y transformado en la Marsellesa. El mismo Rouget de L’Isle, al insertar su canto de guerra en sus Ensayos en Verso y en Prosa (1706), lo tituló El himno de los marselleses.

Paradójicamente el autor de La Marsellesa –cantada por los revolucionarios que el 10 de agosto de 1792 asaltaron Las Tullerías y abatieron el reinado de Luis XVI, por negarse a prestar su juramento al decreto que abolía la monarquía francesa- fue exonerado, denunciado y encarcelado y, sin duda, su cabeza hubiera sido segada por la guillotina de no producirse la caída y muerte de Robespierre, el 27 de julio de 1794.

Fue Rouget de L’Isle quien, por estimar excesivamente republicanos dos versos que en su versión original decían: “ET bruit de votre gloire”, los reemplazó por estos otros: “Et que les ennemis expirants/voient ton triomph et nôtre gloire”.



Devorados por la revolución

Claude-Joseph Rouget de L’Isle se reintegró en el Ejército pasados los días del teror y, a las órdenes del mariscal Hoche, participó en la campaña de La Vendée. Pero en 1796, ya con 36 años cumplidos, se retiró a su ciudad natal,  Lons-le-Saulinier (Jura), para dedicarse con más empeño a la música y a la literatura. Entre otras obras compuso, con mediocre éxito, Cincuenta cantos franceses para acompañamiento de piano, Veinticinco romanzas para violín y alguna ópera. La monarquía de Luis Felipe de Orleans le concedió una pensión que le ayudó a resolver sus problemas económicos y, protegido por su buen amigo Monsieur Voiart, en cuya caso pasó los últimos años de su vida, Claude-Joseph Rouget de L’Isle, autor del más perfecto, brioso y emotivo de los himnos nacionales, falleció en Choisy-le-Roi, olvidado por casi todos, el 27 de junio de 1836, a los 66 años.

El mariscal Nicolas Luckner, para quien, en principio, fue compuesta La Marsellesa, acusado de traición pereció en la guillotina el 4 de enero de 1794. El barón Philippe-Fréderic Dietrich, alcalde de Estrasburgo y experto mineralogista, que tuvo el honor de ser la primera persona en cantar La Marsellesa, fue igualmente devorado por la Revolución: la guillotina le rebañó el cuello el 5 de marzo de 1793. Y aquel estudiante de medicina, Étienne-François Mireur, que no tuvo la oportunidad de concluir su iniciada carrera, y al que podríamos llamar “el padrino de La Marsellesa”, por haber sido él quien la descubrió a los marselleses, murió heroicamente el 8 de junio de 1798, a los 27 años de edad, en el asalto y conquista de la ciudad de Alejandría por el ejército napoleónico, durante la famosa expedición a Egipto.












































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