La Marsellesa
Hace 224 años, el capitán Rouget de
I’Isle compuso el
más famoso de los himnos patrióticos
y guerreros,
pero no nació en Marsella, sino en
Estrasburgo, como
himno de los ejércitos del Rhin.
Mariano González-Arnao
Revista La aventura de la Historia
Año 4, nº44
Junio de 2002
El 20 de abril de 1792, la Asamblea Legislativa del “todavía” Reino
de Francia, por aclamación, declaró la guerra al rey de Bohemia y de Hungría y,
cinco días más tarde, el mariscal Nicolas Luckner, comandante del Ejército del Rihn,
recibía en Estrasburgo los despachos ministeriales que el anunciaban ese grave
acontecimiento. En seguida, se ordenó enarbolar la bandera sobre la grandiosa
catedral de la capital alsaciana y, reunidas en la Plaza de Armas las fuerzas
militares, tras el redoblar de tambores y el sonar de los clarines, el alcalde,
barón Philip Fréderic Diertrich, leyó en francés la declaración de guerra y el
secretario de la alcaldía lo hizo en alemán. Posteriormente, en medio del
bullicio popular, los soldados escoltados por la música de las bandas que
ininterrumpidamente entonaban el popular Ça ira, desfilaron por las
principales calles de la ciudad.
Dicho y hecho
En la tarde de
aquel 25 de abril, en recepción celebrada en casa del alcalde, a la que
asistieron varios jefes y oficiales del Ejército del Rhin, aquél manifestó su
deseo de que se creara un canto o himno nuevo que sustituyera al sempiterno,
ligero y excesivamente festivalero Ça ira. Entre los invitados a aquella
recepción se hallaba el capitán de ingenieros Claude-Joseph Rouget de L’Isle,
conocido por su destacada afición a la música y a la poesía, a quien Dietrich
solicitó, vivamente, que hiciera lo posible por componer un himno más acorde
con aquellos históricos momentos.
Concluida la recepción,
Rouget de L’Isle volvió a su casa y, en la noche del 25 al 26 de abril, acompañándose
de su violín, compuso la letra y música del Canto de guerra para el Ejército
del Rhin, dedicado a su comandante el mariscal Luckner. Al día siguiente,
el alcalde Dietrich, que estaba dotado de una hermosa voz de barítono, lo cantó
en su casa a un grupo de amigos y militares –entre ellos, el mencionado
Luckner- y por unanimidad fue aceptado como el Canto de guerra del Ejército
del Rhin. La señora Ochs, esposa del alcalde, lo adaptó al piano y, juntamente con su autor,
Rouget de L’Isle, lo orquestó. Pronto fue impreso y distribuido entre los
oficiales y la tropa y, el domingo 29 de abril de 1792, tuvo lugar en la Plaza
de Armas, la primera audición pública de Armas, la primera audición pública del
Canto de guerra del Ejército del Rhin. Habían bastado cuatro días para
crear, estudiar y orquestar el inmortal canto guerrero.
Dado el éxito alcanzado, el nuevo himno comenzó
a difundirse por toda Francia, pero consta el dato de que en la ciudad de Montpellier,
con motivo de los funerales celebrados el 17 de junio, en memoria de Monsieur
Simoneau, alcalde de Étampes, fallecido en una “revuelta facciosa”, tras los
discursos patrióticos, siguió el canto que Rouget de L’Isle había compuesto
para el Ejército del Rhin “y que se oía aquí por primera vez”. Uno de los
testigos de aquella ceremonia fúnebre fue el estudiante de medicina Étienne-François
Mireur, quien el 20 de junio viajó a Marsella para, como voluntario, unirse al
batallón marsellés que próximamente partiría hacía París.
El 21 de junio,
el joven Mireur fue calurosamente recibido en el seno de la Sociedad Jacobina
de Marsella y el día 22, en un gran banquete ofrecido al batallón de voluntarios
marselleses, el estudiante de Montpellier, después de las patrióticas arengas,
en medio del silencio general, entonó el Canto de guerra del Ejército del
Rhin, con “una expresión tan enérgica que todos los asistentes se sintieron
electrizados”.
El 23 de junio
el Juornal des Departements Meridionaux publicó el texto del Canto de
guerra y, antes de partir hacia Paris, a cada uno de los voluntarios se le
entregó una copia. Al llegar los voluntarios marselleses a la capital, a
mediados de julio –después de una marcha de 27 días –aquel Canto de guerra
del Ejército del Rhin que, lógicamente, debiera haberse llamado La
Estrasburguesa, fue entusiásticamente acogido por el pueblo y transformado
en la Marsellesa. El mismo Rouget de L’Isle, al insertar su canto de
guerra en sus Ensayos en Verso y en Prosa (1706), lo tituló El
himno de los marselleses.
Paradójicamente
el autor de La Marsellesa –cantada por los revolucionarios que el 10 de
agosto de 1792 asaltaron Las Tullerías y abatieron el reinado de Luis XVI, por
negarse a prestar su juramento al decreto que abolía la monarquía francesa- fue
exonerado, denunciado y encarcelado y, sin duda, su cabeza hubiera sido segada
por la guillotina de no producirse la caída y muerte de Robespierre, el 27 de
julio de 1794.
Fue Rouget de L’Isle
quien, por estimar excesivamente republicanos dos versos que en su versión
original decían: “ET bruit de votre gloire”, los reemplazó por estos
otros: “Et que les ennemis expirants/voient ton triomph et nôtre gloire”.
Devorados por la revolución
Claude-Joseph
Rouget de L’Isle se reintegró en el Ejército pasados los días del teror y, a
las órdenes del mariscal Hoche, participó en la campaña de La Vendée. Pero en
1796, ya con 36 años cumplidos, se retiró a su ciudad natal, Lons-le-Saulinier (Jura), para dedicarse con
más empeño a la música y a la literatura. Entre otras obras compuso, con
mediocre éxito, Cincuenta cantos franceses para acompañamiento de piano,
Veinticinco romanzas para violín y alguna ópera. La monarquía de Luis
Felipe de Orleans le concedió una pensión que le ayudó a resolver sus problemas
económicos y, protegido por su buen amigo Monsieur Voiart, en cuya caso pasó
los últimos años de su vida, Claude-Joseph Rouget de L’Isle, autor del más
perfecto, brioso y emotivo de los himnos nacionales, falleció en Choisy-le-Roi,
olvidado por casi todos, el 27 de junio de 1836, a los 66 años.
El mariscal
Nicolas Luckner, para quien, en principio, fue compuesta La Marsellesa, acusado
de traición pereció en la guillotina el 4 de enero de 1794. El barón Philippe-Fréderic
Dietrich, alcalde de Estrasburgo y experto mineralogista, que tuvo el honor de
ser la primera persona en cantar La Marsellesa, fue igualmente devorado
por la Revolución: la guillotina le rebañó el cuello el 5 de marzo de 1793. Y
aquel estudiante de medicina, Étienne-François Mireur, que no tuvo la oportunidad
de concluir su iniciada carrera, y al que podríamos llamar “el padrino de La
Marsellesa”, por haber sido él quien la descubrió a los marselleses, murió heroicamente
el 8 de junio de 1798, a los 27 años de edad, en el asalto y conquista de la
ciudad de Alejandría por el ejército napoleónico, durante la famosa expedición
a Egipto.
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